Reemplaza rápidamente a la anterior, pero a su vez también tendrá corta vida. Es conocida como la «Constitución Moralista», debido al contenido de sus declaraciones normativas. Fue rechazada por la élite que la consideró autoritaria y centralista y por lo engorrosa de aplicar, sobre todo respecto a lo relativo a las calificaciones morales. Es derogada sin haber sido nunca puesta en práctica.