Proceso Constituyente: Cómo (Ser parte)

Francisco Vega Duarte

Politólogo

¿Cómo no ser parte un proceso que a todas luces remecerá nuestros cimientos republicanos? Es lo que nos responde el politólogo Francisco Vega, como una manera de situar la mirada en los sentidos más profundos de nuestra vida en comunidad.

Reconforta estar en el comienzo de un proceso constituyente en Chile. Pandemias más, miedos menos, estamos en un momento histórico de la sociedad chilena, con ribetes luminosos, como será la paridad de género en la Convención Constituyente. Como hacer, también, una constitución que provea de sentido, tanto para momentos de vida democrática, como para cuando esta se ve limitada, derivada de los momentos de excepción.

Somos un conjunto de sujetos individuales y colectivos que hemos habitado este territorio llamado desde unos siglos, Chile. Y quizá un siglo a lo más, de dominio exclusivo de la voz de Chile en cada pedazo de tierra, considerando que aún persiste un litigio limítrofe por una franja de tierra, en los Campos de Hielo de la Región de Magallanes. Humanos que nos hemos hecho vida a pesar del yugo autoritario, clasista y clerical, donde el avance hacia una sociedad democrática socialista, se ha visto bloqueada por golpes militares que luego imponen constituciones truchas.

Como plantear, en la misma línea, enunciados generales que permitan identificar qué tanto de uno es “de uno”, en lo más profundo del ser, y cuánto de uno es en relación con otros. Otros, como nuestras familias, amistades, animales domésticos, comunidades, sociedades regionales, nacionales y globales.

En Chile hemos aprendido de ser una sociedad orientada por los preceptos de la ideología del libre mercado, en su versión latina, destructora de incipientes estados modernos, así como del desmembramiento de instancias de asociatividad, sociabilidad y socialización. Una constitución debe garantizar el respeto a la identidad y cuidado de la condición de ser humano y definir reglas para garantizar ese respeto a cada uno. Esto implica un proyecto político como fase del desarrollo capitalista, sustentado en la generación de acuerdos locales y regionales, basados en la planificación de los procesos productivos y manufactureros.

Como definir, siguiendo con los ribetes luminosos de este proceso, un cuerpo integrado de ideas, orientaciones y definiciones sobre nuestros deberes, derechos y responsabilidades, cuando el texto previo de la C80 nos propone libertad de elección, pero no el derecho social garantizado de servicios básicos.

Los cambios de las constituciones pasan básicamente por tres cuestiones. Una dice relación con que la actual Carta Fundamental “no da el ancho” para las condiciones de una sociedad como la nuestra. El actual régimen asfixia una sociedad menos religiosa, con más años de educación formal, donde sean posibles marcos de orientación de cuño socialista democrático.

La segunda cuestión dice relación con que una democracia requiere tener una base constitucional diseñada democráticamente. Esto es, hecha por el pueblo, en la que se acuerdan mecanismos y alcances del Proceso Constituyente, que desemboca en un texto que luego se plebiscita.

La tercera cuestión da cuenta de un escenario planetario marcado por el cambio climático, relacionado con el aumento de las temperaturas, variabilidad de lluvias y exposición a desastres como efectos de los cambios en la naturaleza. Esto, está trayendo consigo una serie de exposiciones a riesgos de las comunidades y sociedades, lo que traerá consigo formas de adaptación a una nueva tierra.

Como orientar, por último, una discusión sobre nuestras instituciones republicanas, la división de poderes del Estado, rediseños del régimen político, si “el peso de la noche” aún deja al margen la posibilidad de un Chile federal, con gobiernos regionales capaces de equilibrar un proyecto país posnacional, con la necesidad de transitar hacia un municipalismo de gobiernos locales.

No es tan difícil pensar Chile, dando vuelta el mapa, poniéndolo acostado, como el balcón de Neruda. Un país de varios países, como el País de las Cuencas. No ese Chile de las regiones con números. La Quinta, la Novena, ahí no. No ese Chile donde el municipio es la llenadora de formularios y caja pagadora de los servicios y beneficios estatales. Necesitamos una nación con patrias chicas y grandes; superpuestas, múltiples, policéntricas.

No somos ni estaremos nunca más bajo la tutela moral de una institución que nos considera sujetos de menor edad, que adolecemos de capacidades. Hoy somos un cuerpo social capaz de generar autoorganización, incluso con pasos a un municipalismo y regionalismo a la chilena.

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